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noviembre 2009

Noticias del mes

Pablo Farfán: Arquitectura para rehabilitar

4 de noviembre, 2009

       

Confiesa que se marchó de Málaga «para no hacer chalés adosados». A sus 36 años y tras casi dos décadas en Madrid, Pablo Farfán se ha convertido en una de las voces más críticas con la relación entre la Arquitectura y el mundo inmobiliario y en un defensor de la rehabilitación y la construcción bioclimática. Estos días ha vuelto a su ciudad natal para presentar en el certamen internacional Mercadoc ´En la corrala´, un documental sobre la vida tradicional en Lavapiés.

Como arquitecto ha preferido prescindir de los promotores.
–Cuando abrí el estudio en Madrid con José Luis Estella nos pusimos a hacer imágenes en 3D porque antes de construir una urbanización en una duna con pinos, era mejor hacerlo virtual. Como dice el proverbio, si lo que vas a construir no es mejor que el solar, piénsatelo dos veces.

¿Qué tiene de negativo este sistema?
–Antiguamente las casas se las hacía uno mismo, después se contrataba a un maestro de obras y ahora hay un sistema de intermediarios para el que trabaja el arquitecto, así que la relación del arquitecto con el cliente es ´ninguna´ y acaban predominando los intereses del promotor, que sólo tiene criterios económicos.

¿Qué camino ha tomado?
–Hacemos viviendas individuales, rehabilitaciones, informes y participamos en concursos en los que podemos aplicar nuestros criterios.

¿Se puede vivir de la Arquitectura yendo a contracorriente?
–Precisamente mantengo mi volumen de trabajo y el resto de arquitectos que hace viviendas está pasando por un mal momento.

¿Construcción de nueva planta o rehabilitación?
–Es mejor rehabilitar algo que tirarlo y volverlo a hacer. En la arquitectura tradicional he encontrado algo que no me habían enseñado en la escuela. Hace 150 años se descubrió el primer pozo de petróleo en Pensilvania. A partir de ahí disponemos de energía barata y muchos materiales derivados. Antes de ese descubrimiento nos encontramos con edificios con materiales biodegradables del entorno cercano, que no contaminan: se arreglaban con cañas, cal, tierra y se adaptaban al terreno y al clima con distinto grosor de los muros, el color de la fachada, distribución de los patios, cubiertas, etc. En la actualidad tenemos una energía y unos materiales derivados que no nos van a durar siempre pero con los que climatizamos e impermeabilizamos. Y además, esos materiales caducan y luego ´arréglatelas tú´. Por contra, te encuentras casas de 250 años que están perfectas.

¿Esas enseñanzas se pueden aplicar a la arquitectura actual?
–Claro, no se trata de ser fundamentalistas y rechazar todo material que venga del petróleo o la electricidad, sino de aplicar los conceptos de la arquitectura popular a la contemporánea, que puede ser desde la ventilación cruzada, hacer patios o la inercia térmica.

Explíqueme eso de la inercia térmica.
–En las casas antiguas el grosor de los muros dependía de lo que tardaba el calor en verano en entrar dentro. Funciona como una jarra de cerveza: la porcelana de la jarra absorbe el calor que hay en el líquido. En una casa de Málaga, que refresca por la noche, la propia masa de la vivienda se enfría y durante el día absorbe el aire caliente que entra dentro. Con el frío pasa igual: el calor que generas dentro se va almacenando en muros, techos, suelos y aunque renueves el aire el calor queda.

Y ahora optamos por el ´sellado´ y el aire acondicionado.
–Hemos sustituido el anterior sistema en toda España. Ahora lo que hacemos es ´electrodomésticos´ porque tenemos edificios muy herméticos con aislantes a tope y estás obligado a usar un aparato para refrigerar o calentar el aire que vamos a respirar. Y no le digo nada en edificios de cristal.

¿Que sería entonces la arquitectura bioclimática?
–Por bioclimática se entiende llegar a un estado de confort, tanto de temperatura, iluminación, humedad relativa y ventilación a través de la propia casa.

Hace años que rehabilita ´corralas´ en Madrid, nuestros corralones. ¿Cómo empezó?
–En Madrid vivo en un edificio de principios de los 90 y trabajo en la misma manzana, en Lavapies, en el bajo de una corrala. Y la verdad, paso un frío y un calor tremendo en el edificio moderno y en la corrala me vale en invierno y en verano. Siempre me ha interesado el saber popular y ese estado de confort que te ofrecen esas casas.

¿Se puede vivir bien en un corralón adaptado a nuestros días?
–Tiene el ´hándicap´ de ser viviendas humildes pero eso no quiere decir que no sean perfectas para que vivan personas mayores que no necesiten un espacio muy grande o un estudiante. Con respecto a Málaga, aquí los corralones son más grandes. En Madrid fue una cuestión especulativa, de falta de espacio. Lavapiés ha sido el barrio con más densidad de población durante muchos años.

¿Que le parece la solución en la Trinidad de recuperar los corralones con diseños actuales?
–Recuperar la ´tipología´ es muy positivo, hay una relación muy intensa entre los vecinos.

¿Esa vida vecinal es la que ha querido retratar en el documental ´En la corrala´?
–Sí, la divulgación de lo que hacemos es fundamental. En este caso, el documental repasa las casas tradicionales, los mercados y la vida tradicional de barrio, que se está perdiendo. Precisamente, son los inmigrantes los que siguen con ese modelo tradicional de vida.

¿Qué le parece la rehabilitación del Centro Histórico de Málaga?
–Con respecto a Madrid ha llegado más tarde de lo que debería. De hecho, en el centro han desaparecido calles enteras: la calle Chinchilla ya no está y en Tomás de Cózar quedan algunas casas. Eso es negativo para la ciudad porque esa forma de construir con inercia térmica y con patios beneficia a Málaga. Conservar la fachada es importante pero también su distribución y los materiales.

Fuente : La Opinión de Málaga

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El bambú, material de construcción sostenible

4 de noviembre, 2009

El uso del bambú en la construcción está en general asociado a la fabricación de viviendas para los pobres. Sin embargo, este material es usado para los más variados edificios, desde casas de uno o dos pisos, hasta escuelas y complejos turísticos, capaces de soportar intensos terremotos.El bambú no sólo constituye una solución para la construcción rápida y barata de viviendas, sino que también contribuye a paliar la pobreza, ha asegurado Shyam Paudel, de la Red Internacional del Bambú y Ratán (INBAR), en el marco del XIII Congreso Forestal Mundial que se celebra en Buenos Aires.

La madera de bambú tiene una alta resistencia a la tensión y la carga y presenta una gran adaptabilidad. Su gran flexibilidad permite realizar diferentes construcciones y una variedad de diseños. Además, con el tratamiento adecuado, tiene una gran durabilidad.

Todas estas características, sumado al hecho de que se requiere un mínimo de tecnología y es rápido para construir, convierten al bambú en un producto sostenible y que ofrece enormes beneficios socioeconómicos, añadió Paudel.

El bambú, una gramínea, no sólo crece en Asia y África, sino que tiene una amplia distribución en América. En este continente existen 21 géneros de bambúes leñosos y 20 de bambúes herbáceos, que suman más de 200 especies nativas, indicó por su parte Margaret Stern, del proyecto Bambú de las Américas (BOTA).

«Algunas especies están amenazadas de extinción por la deforestación y el sobreuso», indicó la experta. Otras, en cambio, son «agresivas colonizadoras, que son exitosas en áreas de perturbación natural o antropogénica».

Tienen además, un importante papel ecológico. Por ejemplo las plantas del género Chusquea son buenas estabilizadoras de taludes y controlan la erosión, gracias a su red de rizomas.

Un problema que enfrentan los bambúes es su escasa reproducción sexual, lo que hace que la recombinación genética sea mínima, por lo que se debe reforzar la conservación de su diversidad genética, explicó Stern.

Entre los desafíos que enfrenta el programa global de construcciones de bambú del INBAR, Paudel dijo que se debe cambiar la «percepción de las personas» sobre el uso de la madera de bambú y que no se cuenta con estándares para la construcción con este material.

Asimismo, es necesario identificar la especie adecuada para la construcción.

Entre las ventajas, el especialista destacó que se pueden usar todos los tipos de bambú y que hay pocos desechos.

Las casas construidas con bambú soportaron sin daños un terremoto de más de siete grados de magnitud en Costa Rica, según Paudel, mientras que son una buena respuesta ante desastres, en vista de la rapidez con la que se construyen las casas.

El manejo de los bosques de bambú no es difícil, recalcó Stern. Es posible hacer una producción sostenible de los tallos, denominados culmos en las gramíneas. Debido a que es una planta clonal, de rápido crecimiento y buena regeneración natural, se puede aprovechar un gran porcentaje de culmos maduros sin perjudicar a la planta, indicó la experta.

En general, el bambú ofrece una gran cantidad de servicios ambientales, ya que protege los suelos y cuencas hidrográficas, fija y almacena carbono y ayuda a conservar la biodiversidad en los bosques dominados por esta planta.

El uso de buenas prácticas de silvicultura redundará en una disponibilidad a largo plazo de los bambúes, que además otorgará enormes beneficios económicos y reducirá los impactos ambientales, concluyó.

Erica Igler. Buenos Aires

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Fantasmas de color verde

4 de noviembre, 2009

El lavado verde o greenwashing, esa estrategia de marketing con la que lo más sucio se adorna de palabras como “sostenible”, “reciclaje”, “conservación”, “generaciones futuras” y otros clichés del lenguaje ecologista, se ha impuesto en la comunicación de las empresas, y no sólo en su publicidad. Lo último en greewashing para confundir a la opinión pública o minar los cada vez más tímidos intentos de regular el impacto ambiental o el peligro sanitario de actividades insostenibles son las asociaciones supuestamente ecologistas, que se benefician de la credibilidad y buena imagen pública de que gozan las Greenpeace, Amigos de la Tierra y compañía, pero que en realidad sólo sirven a los intereses de una o varias industrias que financian sus actividades. Estos “falsos verdes” que se apoderan del discurso ecologista para llegar a conclusiones favorables para la industria nuclear, las químicas o el sector transgénico, sirven tanto para convencer a periodistas inexpertos de argumentos poco creíbles de otro modo, como para “trabajar” a una opinión pública confundida por el exceso de información mediática e, incluso, para “informar” a algunos políticos poco avezados. Aquí damos algunas pistas para desenmascarar a estos fantasmas del siglo XXI.

Ese es el caso del Forum Medioambiental para la Ciencia del Bromino (BSEF), una organización en torno a este compuesto usado masivamente como retardante de llama en equipamientos anti-incendio y que, entre otros muchos peligros, es tóxico para el cerebro. El Observatoria de la Europa Corporativa (CEO) y asociaciones afines de Estados Unidos hicieron un seguimiento sobre este “ecoforum” cuyos informes y expertos negaban cualquier tipo de toxicidad en los compuestos brominados pese a que numerosos estudios científicos así lo advertían. Y demostraron que era una organización fantasma creada por Burson-Masteller, la mayor consultora mundial de asuntos públicos, en nombre de los cuatro mayores productores de bromino para presionar con argumentos supuestamente científicos y ambientales a los políticos de Bruselas que amenazaban con prohibir en Europa, como en otros lugares del mundo, los retardantes de llama brominados (BFR, por sus siglas en inglés) . “En mayo de 2003 –explica un informe del Observatorio CEO titulado Bruselas, el Barrio de la UE- varios periódicos y televisiones recibieron una carta en la que el bufete legal Harbottle & Lewis, en nombre del BSEF, les exigía que no reprodujesen las advertencias contra los retardantes bromados lanzadas por el Fondo Mundial sobre la Naturaleza y otros grupos ambientalistas. La carta terminaba con un contundente aviso: Tenemos que decir, para que quede constancia, que nuestros clientes harán un seguimiento de la cobertura de la prensa y demás medios sobre el tema de los retardantes bromados y no dudarán en iniciar las acciones precisas si se difundiesen afirmaciones incorrectas o imprecisas en relación a los BFR que perjudicasen los intereses de nuestros clientes”. Llegados a este punto, parecía claro que la supuesta organización científico-ecologista no lo era en absoluto. La placa colgada en el portal 118 de la Avenida de Cortenbergh, en Bruselas, no oculta que su oficina y la de Burson-Masteller son la misma.

Un caso parecido es la Sociedad Europea para la Energía y el Medio Ambiente, que defiende principalmente a los gases fluorinados (más conocidos como “gases f”), que destruyen la capa de ozono y contribuyen enormemente al efecto invernadero y el cambio climático. Según el mismo CEO, la SEEM fue creada por otra firma internacional de “public relations”, Hill and Knowlton, con el dinero de DuPont, Honeywell y otros fabricantes. El lobby hizo una exitosa campaña contra la prohibición de estos potentes “gases de invernadero”, que ya estaban prohibidos en Austria y Dinamarca, e, incluso, presionó a la UE para impedir a estos gobiernos prohibir “por su cuenta” productos permitidas por la normativa comunitaria. De momento, no han conseguido esto último, pero la batalla no ha terminado. En octubre de 2005, el Parlamento Europeo votó en contra de nuevas regulaciones sobre los “gases F”

Estas dos organizaciones fueron creadas con un fin concreto, evitar posibles prohibiciones de productos químicos específicos. Para “verdear” la posición empresarial en los más controvertidos asuntos ecológicos (la contaminación electromagnética, la catástrofe de Chernobil, el cambio climático o los alimentos transgénicos) fue creada, en 2001, Greenfacts. “GreenFacts –explica su portal de Internet, www.greenfacts.org- es una organización independiente, sin ánimo de lucro y con sede en Bruselas. Su fin es publicar en Internet resúmenes fieles de documentos científicos de referencia sobre cuestiones de medio ambiente y salud”. Nada más desinteresado, ¿verdad? La misma página explica que la organización nació “a iniciativa de miembros de instituciones del ámbito de la ciencia y de organizaciones del ámbito del medio ambiente y la salud, así como también de empresas, que subrayaron la necesidad de un mayor acceso a información objetiva sobre cuestiones de medio ambiente y salud”. Por información “no objetiva”, obviamente, hay que entender la de ecologistas y científicos críticos. Y, aunque la participación de empresas en esta iniciativa parece testimonial, en realidad, la asociación fue fundada con una aportación económica de la multinacional química belga Solvay y entre sus contribuyentes actuales se cuentan la patronal química europea (CEFIC), la patronal de fabricantes de pesticidas (la Asociación Europea para la Protección de las Cosechas), la química norteamericana Procter and Gamble, la petrolera belga Total o la farmacéutica GlaxoSmithKline.

No sorprende por ello que, si, por ejemplo, uno busca información en este sitio sobre los ftalatos, un componente tóxico del plástico PVC, podrá leer que el DBP –un tipo de ftalato-, es “causa de daño para el niño no nacido” pese a que está reconocido como algo mucho peor, un tóxico para el feto. Para ampliar información, Greenfacts ofrece vínculos a entidades afines, por ejemplo el Centro de EEUU para la Evaluación de Riesgos sobre Reproducción Humana, muy benévolo con este plástico, y no a la web sobre prohibición de ftalatos en juguetes en la UE, por ejemplo. “Según mis noticias –explica Axel Singhofen, asesor del Grupo Verde en el Parlamento Europeo- todas las ONG medioambientales con sede en Bruselas han tenido malas experiencias con ellos y han rechazado cooperar con ellos o recibir su cooperación y varios científicos respetables también han rechazado su cooperación por dudas sobre la neutralidad científica de Greennfacts”.

Numerosas páginas web de sectores industriales tienen enlaces a la web de Greenfacts. Es el caso de la página del Foro Ibérico del PVC, un lobby español empeñado en convencernos de las bondades sanitarias y ambientales de este controvertido plástico clorado. “En este site –se lee en la web del Foro del PVC-, encontraréis una ONG dedicada a facilitar información científica de hecho y contrastada y temas relacionados con la salud a todos los líderes de opinión y público general”. “Es una falsa organización verde –concluye categórico Axel Singhofen, buen conocedor de las prácticas de esta organización-, una pura organización de lavado de imagen y son cada vez peor porque están cada vez más metidos en el sistema; por ejemplo, han consegudio 25.000 euros de la Dirección General de Consumo de la Comisión Europa por traducir a un lenguaje sencillo un informe científico de 50 páginas sobre productos de consumo y está previstos otros dos trabajos similares al mismo precio”. El Grupo Verde del Parlamento Europeo ha elevado diferentes quejas contra estos “falsos verdes”, pero numerosos europarlamentarios y eurócratas han participado en actividades de este grupo supuestamente financiado por grandes industrias.

Lavado verde contra el clima

Desde que en 1992 se acordó el Convenio sobre Cambio Climático en Río de Janeiro, los representantes gubernamentales partidarios de reducir la emisión de «gases invernadero» han tenido que batallar contra infinidad de estos grupos. El más importante, sin duda, es la Coalición Global para el Clima, un conglomerado de multinacionales norteamericanas relacionadas con el automóvil (desde petroquímicas, como Shell o Texaco, a los gigantes del coche, como General Motors o Ford) que ha patrocinado infinidad de estudios cuyas conclusiones eran contrarias a las del prestigioso IPCC, el panel de expertos sobre los que se basa el Convenio de Cambio Climático. Según Gore, se han publicado 928 artículos científicos que confirman que la causa del calentamiento global son las emisiones humanas de dióxido de carbono y ni uno sólo que demuestre lo contrario. Sin embargo, cuando se trata de artículos de divulgación en torno al cambio climático, resulta que el 53% de ellos ponen en duda la “culpabilidad” del CO2 en este problema. Según Gore, esto demuestra la manipulación de la opinión pública, sobre todo, en Estados Unidos, que intetan realizar los sectores económicos opuestos a Kioto y a cualquier reducción de emisiones contaminantes.

Sin embargo, el punto fuerte de la CGC se encuentra más bien en los perjuicios económicos que, a su juicio, tendría una acción enérgica en favor del clima para toda la sociedad, argumento que, de momento, asusta a los gobiernos de los «países ricos» mucho más que la subida en el nivel del mar o el aumento de las sequías. En la página de Internet que ofrece esta coalición se puede encontrar la siguiente declaración: » Entre 1971 y 1990, ha habido un aumento del 1% en las emisiones de carbono de los países del G-7 [los más ricos del mundo] con un aumento del 0,4% en el Producto Interior Bruto (PIB) de los demás países. Basándonos en esta relación histórica, una disminución del 1% en las emisiones del G-7 se correspondería con una disminución del PIB de los demás países en un 0,4%».

Por supuesto, para los «países ricos» también sería muy negativo «detener» el crecimiento económico mediante una política de emisiones demasiado «ecologista». Un estudio realizado por las consultoras económicas WEFA Group y H. Zinder, encargado por la CGC, afirma que, si se pusiera en práctica un objetivo de reducción e CO2 del 20% se produciría pérdidas económicas de entre el 3 y el 3,5% del PIB para Estados Unidos. En esta misma línea economicista ha insistido otro «lobby» muy activo contra las medidas «anti-efecto invernadero», la Asociación Nacional de Fabricantes de Estados Unidos.

Rafael Carrasco / ECOticias.com (RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS)

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